El taxista que volvió por mi

No se cuánto hace de la última entrada, pero con la rutina diaria creo tener menos tiempo libre del que en realidad tengo.

Han pasado muchas cosas. La semana pasada fue la última de entrenamiento, así que ayer empezamos con el trabajo en serio, aunque de momento estamos en lo que se llama «nesting period». Básicamente, si metemos la pata no nos van a decir nada.

El trabajo va bien, aunque por un motivo que desconozco aun no tengo acceso al sistema, así que tengo que trabajar con alguien más o pedir un usuario y contraseñas prestados. Ya he escrito varios emails y hoy he tenido mis dos primeras llamadas. La primera, de una granadina. No eran cuestiones muy difíciles, pero de momento, cuando hablo por teléfono en inglés parezco un robot. Eso no me lo ha dicho la entrenadora, ella sólo me ha pedido que mis conversaciones tengan algo más de «flow».

La única gran pega que le veo a esta situación sigue siendo el transporte. Mañana empiezo con el turno de 8 a 16.30. Ahora mismo cojo el autobús a las 8.10, pero antes de ese no hay ninguno. Y hoy, al salir de trabajar, he ido a un punto donde sé que paran autobuses (no se ni cuáles ni adónde me llevarían, pero un bus es un bus). Después de 35 minutos de espera, desistí e intenté parar un taxi. El primero me dijo que iba en otra dirección; el segundo ni siquiera paró.

«Si ni siquiera puedo coger un taxi para volver del trabajo, apaga y vámonos», pensaba, cuando vi que el primer taxista giraba en la rotonda, me pitaba y paraba para recogerme. Llevaba a una mujer que iba en mi dirección, y decidió volver para ver si yo seguía allí esperando. Catalogo esta experiencia entre las más raras en cuanto a taxis se refiere.

Definitivamente, necesito un coche.

Gracias por leerme.

Patricia.

8 días

Antes de venir a Irlanda tenía un par de ideas en mente para pasar el tiempo mientras encontraba trabajo. La primera era apuntarme a clases de pilates, pues tengo problemas de espalda. La segunda era apuntarme a clases de francés.

Después de una prueba online de mi nivel de francés, el lunes pasado fui a la primera clase. Al salir eran las nueve de la noche, por lo que no quedaba nadie en la academia y no pude pagar el curso. Decidí volver otro día, antes de la clase siguiente, para pagar. Me daba un poco de apuro volver a ir a clase sin haber pagado (por si no lo sabéis, hay quien me llama la «niña apuro»).

El miércoles fui a hacer unos recados y me acerqué a la academia. Eran las dos menos veinte, lunch time, y no había nadie en las aulas. Subí una planta más y encontré a una mujer delante de un ordenador. Le dije el motivo de mi visita y me reconoció por los emails que le había ido mandando. Era la directora de la academia. Me preguntó si vivía en el pueblo y empezamos a hablar. Dónde vivía, qué había estudiado, si estaba trabajando… me parecieron demasiadas preguntas para una breve conversación de cortesía o small talk.

Después de unos cinco minutos de conversación acabó por contarme lo siguiente: hay una empresa estadounidense trabajando en el pueblo, buscando personas con más de un idioma para trabajar en su nuevo servicio de atención al cliente. Al ser mi inglés bastante bueno (me dijo incluso que tengo algo de acento irlandés) y ser española, podría ser una buena candidata para el puesto. Supongo que la directora de recursos humanos de la empresa se había puesto en contacto con ella ya que una academia es el mejor sitio para encontrar a gente con idiomas.

Me dijo que si quería, debía enviar la solicitud tan pronto como pudiera, ya que sabía que el proceso de selección iba a acabar pronto y los primeros contratados empezarían la semana siguiente.

Esa misma tarde volví a la casa, escribí mi curriculum de cero y redacté una carta de presentación que envié enseguida a la directora de recursos humanos de la empresa.

El jueves me desperté con un email de la directora de recursos humanos. Al principio no quería leerlo, porque pensé que serían «malas noticias» (no estamos interesados, el proceso de selección ha concluído…). Pero todo lo contrario. Me preguntaba si seguía en España o ya vivía en el pueblo. Tras contestarle, volvió a escribirme. Si estaba dispuesta, podía tener una entrevista con ella el viernes a las 12. Hoy.

En el coche de camino a la oficina me dieron un consejo: «recuerda que ellos te necesitan más a ti que tú a ellos». Eso no consiguió que dejara de temblar, pero sí consiguió que subiera la cabeza mientras cruzaba la oficina de camino al despacho. Sinceramente, la seguridad en mí misma brilla por su ausencia.

Resumiré la entrevista, el examen de inglés que hice al acabar y el examen oral que hice por teléfono horas después en lo siguiente: he conseguido el trabajo y empiezo el lunes. Contratada sólo ocho días después de llegar a Irlanda. La verdad es que no me había propuesto trabajar aquí sino en la capital, y por eso no lo había intentado. Mi puesto será en el departamento de Atención al Cliente, donde hablaré el 90% del tiempo en inglés, y donde trabajaré con alemanes, franceses, españoles… lo cual me parece muy interesante.

No me puedo creer la suerte que he tenido. Aunque si os digo la verdad por primera vez hoy tengo ganas de creérmelo y de decir que verdaderamente me lo merezco.

Gracias por leerme.

Patricia

4 am

Los que leían mi otro blog saben que mi frecuencia de escritura es más o menos de un post cada año bisiesto. El otro blog era algo más “poético” (permitidme que lo califique de esa manera o no tendré mejor forma de calificarlo) y yo sin inspiración no consigo escribir. Pero como para este me lo he propuesto pues perdonad el estilo campechano que utilizaré la mayoría de las veces.

Hoy tengo una pequeña historia que contar. Tengo un hermano, tiene 21 años (tres menos que yo) y estudia en Sevilla. Como tiene clase entresemana y yo me iba un jueves muy temprano, tuve que despedirme de él el domingo anterior. La pena que yo tenía esa tarde os la podéis imaginar. Nos llevamos muy bien y siempre tenemos temas de conversación. Simplemente me encanta hablar con él (sobre todo cuando ambos estábamos de exámenes y hacíamos un larguísimo breve descanso de estudio). Un rato antes de que se fuera me sobrepuse, porque no quería montar una escena al despedirme de él (ese ha sido mi mayor esfuerzo al despedirme de todos y sabed que me ha costado, pues yo lloro inevitablemente a la mínima de cambio). Evitando pensar en el hecho de que no le vería en meses le di un abrazo, le dije adiós y se fue.

El jueves me desperté a las 4.30 am. Después de tener la última crisis porque una de las maletas decidió no poder cerrarse en el último momento, salimos al aeropuerto. Llegamos a las seis menos diez. Imaginadme cansada, ojerosa y estresada, sentada en el asiento de atrás, mirando por la ventana. Ahora imaginad mi cara radiante de felicidad cuando veo a mi hermano cruzar la carretera viniendo a nuestro encuentro. No me lo podía creer. Quien me conoce sabe que me encantan las sorpresas y esta ha sido una de las mejores de mi vida. Mi hermano había salido de Sevilla sobre las 4 de la madrugada para estar conmigo un rato más y despedirse de mí. Le quiero mucho.

Ahora estaréis pensando cómo llegó mi hermano desde la Macarena hasta el aeropuerto de Jerez a las 4 de la mañana. Creo que eso es lo mejor de todo. Un amigo suyo le trajo en coche. Desde aquí hago un reconocimiento público a Firás, que condujo hora y pico de ida y otro tanto de vuelta de madrugada para que yo pudiera ver a mi hermano. Desde luego eso es un amigo.

Gracias por leerme. Patricia.

Me voy

El principal motivo por el que he empezado a escribir este blog es que hoy (12/02/15) emigro. Suena raro decirlo así. Todos lo llamamos “salir de España para buscar trabajo”. La palabra emigrar tiene para mí más peso, es más seria.

Tengo suerte de no ser una de esas personas que emigran simple y llanamente por necesidad. Entre mis motivos, la necesidad no es un gran porcentaje. Desde que era una adolescente he soñado con vivir en Londres y trabajar unos años allí. Ahora que ha llegado el momento, he cambiado Londres por Dublín por diversas razones (aunque en el fondo, la idea de Londres siga ahí).

Si deseo y necesidad coinciden, entonces, ¿por qué no hacerlo? Es una experiencia que quiero vivir y si no lo hago ahora que tengo 24 años seguramente no lo haré nunca.

No ha sido una decisión fácil, claro que tampoco es una decisión definitiva. Voy a intentarlo. Me he dado un plazo de tres meses para conseguir algo “de lo mío” (he estudiado la doble licenciatura en ADE y Derecho).

Como dije en la anterior entrada, cuando uno vuelve de Erasmus vuelve sin miedo, cosa que yo hice, pero fui recuperando una parte de ese miedo conforme pasaba el tiempo. Y a lo que le tengo miedo ahora mismo es a lo que estos días mucha gente ha llamado mi “nueva vida”. Asusta decirlo pero eso es lo que hay. En apenas mes y medio cumpliré 25 años y hace nada terminé mis dos carreras. Me lo crea o no, soy una mujer adulta. Uf.

Quiero trabajar. Quiero aprender. Quiero ir todos los días a una oficina, ganar un sueldo digno y ponerme metas que superar. Quiero tener una rutina y quiero que mi trabajo sea útil para otros.

Hay una cosa dentro del ámbito profesional que me muero de ganas de hacer, pero ya os lo contaré en otra entrada.

Gracias por leerme.

Patricia.

Bienvenidos

Lo mío con las libretas es amor a primera vista. Pero no hablo de cualquier cuaderno, con anillas y hojas de cuadritos. En esos se escriben oraciones para analizarlas sintácticamente o se rellenan con problemas de matemáticas. Las libretas que a mi me enamoran son esas de tapa dura, con un bello diseño y con páginas en blanco.

Esas hojas me inspiran, porque podrían dar mucho de sí, pero también me paralizan.

Hasta hace unos años, no me atrevía a pintar con bolígrafo ninguna de las libretas que tenía. Me parecía un sacrilegio y sólo con pensar en un borrón de tinta en esas impolutas páginas me revolvía el estómago. Entonces volví de Erasmus.

Si, como yo, has vivido esta experiencia internacional, sabrás que de ella se vuelve sin miedo. Tal cual. Tu mentalidad cambia, siendo este un efecto temporal en algunos y definitivo en otros.

En mi caso, perdí el miedo a los borrones de tinta en las páginas blancas. Pintaba las libretas, escribía en ellas, hacía listas, tachaba, añadía… Pero hay una que sigue intacta.

La libreta verde.

Unos quince centímetros de ancho, veinticinco de alto y fina. Es de un tono de verde claro, parecido al de la hierba cuando le da el sol en primavera. Ni siquiera la compré, era de propaganda. A esta libreta me refiero cuando decía antes que me inspira y me paraliza.

Si alguna vez escribo algo (algo en condiciones, algo que quiera que el mundo lea), tiene que ser en esta libreta, sin duda. Pero hasta entonces, seguirá en blanco.

Este blog no va a estar en blanco. En él escribiré de todo y tan a menudo como pueda (me lo he propuesto).

Bienvenidos a La Libreta Verde de Patricia.