4 am

Los que leían mi otro blog saben que mi frecuencia de escritura es más o menos de un post cada año bisiesto. El otro blog era algo más “poético” (permitidme que lo califique de esa manera o no tendré mejor forma de calificarlo) y yo sin inspiración no consigo escribir. Pero como para este me lo he propuesto pues perdonad el estilo campechano que utilizaré la mayoría de las veces.

Hoy tengo una pequeña historia que contar. Tengo un hermano, tiene 21 años (tres menos que yo) y estudia en Sevilla. Como tiene clase entresemana y yo me iba un jueves muy temprano, tuve que despedirme de él el domingo anterior. La pena que yo tenía esa tarde os la podéis imaginar. Nos llevamos muy bien y siempre tenemos temas de conversación. Simplemente me encanta hablar con él (sobre todo cuando ambos estábamos de exámenes y hacíamos un larguísimo breve descanso de estudio). Un rato antes de que se fuera me sobrepuse, porque no quería montar una escena al despedirme de él (ese ha sido mi mayor esfuerzo al despedirme de todos y sabed que me ha costado, pues yo lloro inevitablemente a la mínima de cambio). Evitando pensar en el hecho de que no le vería en meses le di un abrazo, le dije adiós y se fue.

El jueves me desperté a las 4.30 am. Después de tener la última crisis porque una de las maletas decidió no poder cerrarse en el último momento, salimos al aeropuerto. Llegamos a las seis menos diez. Imaginadme cansada, ojerosa y estresada, sentada en el asiento de atrás, mirando por la ventana. Ahora imaginad mi cara radiante de felicidad cuando veo a mi hermano cruzar la carretera viniendo a nuestro encuentro. No me lo podía creer. Quien me conoce sabe que me encantan las sorpresas y esta ha sido una de las mejores de mi vida. Mi hermano había salido de Sevilla sobre las 4 de la madrugada para estar conmigo un rato más y despedirse de mí. Le quiero mucho.

Ahora estaréis pensando cómo llegó mi hermano desde la Macarena hasta el aeropuerto de Jerez a las 4 de la mañana. Creo que eso es lo mejor de todo. Un amigo suyo le trajo en coche. Desde aquí hago un reconocimiento público a Firás, que condujo hora y pico de ida y otro tanto de vuelta de madrugada para que yo pudiera ver a mi hermano. Desde luego eso es un amigo.

Gracias por leerme. Patricia.

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